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| Foto: Marco Luzzani/Getty Images. |
Durante la primera década del siglo, el fútbol noruego siguió dominado por Rosenborg, heredero de la etapa dorada de los noventa. Sin embargo, la competencia se fue equilibrando con la profesionalización de clubes y la consolidación de la Eliteserien, que adoptó su nombre actual en 2017. Ese proceso permitió mejorar infraestructuras, formación y competitividad.
El gran punto de quiebre llegó con Bodø/Glimt, el club que revolucionó el panorama nacional con un modelo moderno, sostenible y enfocado en desarrollo. Su impacto, sumado a títulos recientes, convirtió a la liga noruega en un escenario más dinámico y atractivo, capaz de exportar talento y generar interés europeo.
En paralelo, la Federación Noruega impulsó una agenda renovada liderada por Lise Klaveness, enfocada en ética, igualdad y gobernanza moderna. Esta visión fortaleció el entorno institucional y ayudó a que el fútbol del país avanzara en profesionalización, acceso y calidad competitiva.
La llegada de la nueva generación terminó por completar el renacimiento. Con Erling Haaland como referente goleador, Noruega recobró protagonismo en Europa. Su aporte fue decisivo para romper la sequía y asegurar un boleto mundialista tras casi tres décadas.
El retorno a la Copa del Mundo simboliza un proyecto reconstruido desde sus bases, impulsado por formación técnica, innovación táctica y una identidad más sólida. Así, hoy, después de 28 años, Noruega vuelve a la élite con ambición, un núcleo joven de clase mundial y un sistema deportivo que por fin recoge los frutos de su evolución.

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